#ElPerúQueQueremos

Les presento a mi amado padre

Publicado: 2012-06-16

Era un hombre delgado, con mirada dulce, el bigote negro de su rostro resaltaba su tez blanca y su cabello tornasolado. Siempre iba con sombrero, en el verano, con aquellos de toquilla muy elegantes, como de los chalanes de la costa o de los cajamarquinos de la sierra peruana, en  el invierno usaba boinas negras, rojas o de colores evocando sus años mozos de servicio en el ejército.

Era un incansable lector, no recuerdo un día en que no haya llegado muy serio saludando a todos para ir a su cuarto a leer los libros o revistas que le llegaban periódicamente. Se sentaba en su sillón para leer, cerca de su escritorio lleno de libros, algunos viejos con hojas gastadas por el tiempo y llenas de anotaciones aun incomprensibles para una niña que miraba con atención los movimientos de ese hombre que a pesar de su cansancio nunca dejaba de acariciar mi cabello y de darme un beso con una ternura infinita, como queriendo entrar en mis pensamientos y como pidiéndome perdón por no estar conmigo el tiempo que debía.

Pulcro y elegante al vestir, recuerdo su interés por la combinación correcta de sus corbatas cuando vestía de sastre o con sus camisas cuando era verano, siempre obsesionado por el planchado perfecto de su prendas, al punto de dedicarle un tiempo a planchar lo que consideraba que faltaba planchar, usaba botas de trabajo y de vestir, además de ser aficionado a los vehículos, motos, autos, camionetas, tractores y todo lo que podía manejar en carretera.

Su otra pasión era el sindicato, las horas de lucha con sus compañeros obreros, los trabajadores del campo, macheteros de caña de azúcar, vivíamos en la hacienda Azucarera-Paramonga, allí mi padre era un hombre importante fundador del sindicato de obreros e incansable luchador social por los derechos de los hombres del campo y de la industria azucarera.

Llegaba a casa siempre preocupado por los problemas de los trabajadores, dedicaba gran parte de su tiempo a leer y escuchar las noticias locales en la radio y ver las noticias nacionales en la televisión, al punto de pedirme incluso que lo acompañara a escuchar y ver las noticias. Era apenas una niña de 8 años y para convencerme de escuchar o ver noticias me daba chocolates y me decía que él hablaría en la radio que era importante conocer los problemas de la gente y de los trabajadores y que debía saber quiénes eran los gobernantes del país.

Yo lo miraba como preguntándome pero porque yo?. Entonces el adivinaba y me decía que debía  aprender y que tenía que enseñarme a conocer los derechos y deberes de los ciudadanos, que aunque siendo niña tenía derechos y debía conocerlos para que nadie los atropelle y para que pueda hacerme respetar…..así era él, yo lo miraba con admiración, era mi héroe, era el mejor de todos, no había nadie más grande que él para mí.

En una oportunidad, le pedí que me llevara al local de su sindicato, porque quería pasar más tiempo con él, entonces me miro, sonrió y dijo; bueno entonces iras a ayudarnos a hacer algo, porque no? y me llevo, imagínese entonces la sorpresa de todos al ver al dirigente sindical llevando a su pequeña hijita de 9 años al local y mi sorpresa al ver que todos eran adultos, no había niños. Mi padre como imaginando mi sorpresa y temor, me dijo; no te preocupes, todos son amigos buenos y nadie te hará daño aquí, somos como hermanos y ahora tienes un montón de tíos, mira aquí el señor te enseñara a cortar letras para hacer banderolas, te gustara, además te encargaras de grabarme lo que diga para poder escucharlo después.

Eran los años del gobierno de Velasco Alvarado y me toco grabar con atención en esas grabadoras cuadradas largas de la época con cintas, que mi padre había adquirido de uno de sus viajes a Centroamérica, era toda una novedad tener una de ellas, mi padre ya me había enseñado a usarla, así me toco escuchar con atención todo lo que hablaban ellos en sus largas reuniones sindicales y también todo lo que discutían acerca de sus problemas en la fábrica, en el campo y sus opiniones sobre la Reforma Agraria, los cambios y las propuestas para los trabajadores, la estabilidad laboral, los derechos de seguro médico, educación para sus hijos, capacitación técnica, etc, un mundo abierto que aún no comprendía mucho pero que empezó a gustarme a mi corta edad.

Así recuerdo a mi padre, los domingos muy temprano empezaba a preparar su auto o camioneta para salir a la chacra o a las fiestas patronales de la zona, de los anexos, en Cajatambo, Carreteria, Upaca, Cajacay, allí donde los pobladores celebraban sus costumbres andinas con sus bailes típicos y sus ropas coloridas, el señor de Chaucayan, el señor de la Soledad, mi padre bailaba y reía con ellos, incansable en su conversación siempre dispuesto a dialogar con todos, me explicaba porque hacían esas ceremonias, a quien veneraban, porque usaban esos trajes, en fin, compartía conmigo como si fuera un niño ansioso de transmitirme lo que sabía, tratando de que me sintiera bien, que conociera de cerca lo que pasaba en la vida diaria e inculcando el amor por la cultura peruana.

A veces salía a pescar con su abrigo grande y cuando regresaba a casa traía pescados grandes y frescos a los que había que cortar por la mitad para que entraran en la sartén.

Ese aroma de pescado frito fresco era delicioso, cuantas cosas sabia mi padre. En el verano llegaban mis tías de Lima a pasar unos días por la casa, esta se llenaba de chicos a quienes les encantaba ir por los sembríos de caña de azúcar, ver la naturaleza en las Lomas de Lachay, visitar la Fortaleza de Paramonga, el río Pativilca, o acampar en la playa “El colorado”, a donde teníamos que ir por tres días llevando provisiones y parrillas para cocinar, mi padre era buen nadador, a mi me daba miedo el mar, por eso el me cargaba en su espalda para nadar conmigo, cuantos momentos lindos pasamos juntos, esos momentos se han inscrito con tinta indeleble en mi memoria.

Yo me sentía orgullosa de él y cuando me llevaba al colegio la gente por la calle lo saludaba con respeto y cariño, en muchas ocasiones lo había visto en las actuaciones cuando me tocaba mi turno de actuar o recitar, no sé cómo se arreglaba para ir a verme, seguramente tenía que pedir permiso o cambiar de turno para ello, pero siempre estaba allí, o cuando en las veladas iba a dejarme preocupado por el frío que sentía con mi vestido de balet. Un día me dijo que hacia lo posible para que no sintiera la falta de mi madre, ya que había muerto y el trataba de hacer lo mejor que podía para que no me sintiera sola.

Hoy que es el Día del Padre, después de tantos años he querido rendirle este homenaje, porque aun cuando ya no está físicamente aquí, vive en mi corazón y mis recuerdos, por eso he querido compartir con todos este sentimiento que llevo dentro. ¡Feliz día amado padre, siempre vivirás en mi corazón¡.


Escrito por

Rosalva

Comunicadora Social, Social Media Manager, Estrategia digital y para variar con una maestría en Ciencia Política.


Publicado en

Rosalva

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